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Otra confesión escrita en el tren

Apaguen las luces un ratito más que me gusta el sabor a oscuridad que me encanta no poder medir distancias, poner en suspenso conservar la tensión estrangular la duda de saber que si deslizo un poco mis manos quizás puedan encontrarse con las tuyas. O quizás no,  tal vez estés demasiado lejos hundiéndote en los metros de noche que se dibujan como barreras imaginarias, pero también como posibilidad intento pulsión fantasía inagotable. Que te miro y me mirás sostenidamente  en plena umbría.  Juguemos a mantener ese pacto de silencio: a que ni te enterás de mis confesiones, a que no sabés nada pero sentís todo, a que las horas que llevo pensándote no significan nada, y que aunque prendan las luces del vagón todo el viaje va a quedar en la penumbra que oscila entre la fantasía y lo real. 

Algo escrito en diez minutos para exponer en ET4

Avenida Rivadavia y Joaquín V. González dos y media de la tarde olor a hora pico aroma a tránsito pesado y transpiración, perfume de canastitas caprese proveniente de la pizzería de la esquina.  Como ley de atracción me veo imantada a la puerta del lugar y leo en arial negrita tamaño 50: " Se necesita pizzero - se necesita telefonista - se necesita repartidor con bici ".  ¿A cuál de todos mis amigues sin laburo puedo compartirles tal búsqueda? ¿Quién se atreverá a ser parte de la mágica experiencia de la explotación con sabor a canastita caprese? ¿Y yo, que también formo parte del programa del desempleo? ¿Será esta una clara señal para que agarre la pala capitalista de una vez por todas? ¿Y postergar el sueño de hacer cine dedicándole todo el tiempo posible? ¿Acaso puedo vivir del cine? ¿Ser parte del 2% de mujeres directoras de fotografía en la Argentina? ¿Será incompatible dejar atrás todo eso por dos pesos pizzeros? Paro. Cierro los ojos y casi al unísono de las bocinas es...

22/03/22

Memorias de verano selladas en arena y miel cielos porta-tormentas bajo mis pies. Insolación ensoñación todo es poema todo está bien. Risas que asoman entre ola y ola ahí va una ya van cien. 

Tanto por hacer

Y yo que tenía tantas cosas por hacer, cumplir tantas responsabilidades irresponsabilidades tareas pendientes veintisiete libros a medio leer tres o cuatro series sin final una tesis interminable crisis de ansiedad interminables. Todo lo pospongo sin pensarlo lo pateo, no lo quiero no puedo con eso porque no me interesa nada absolutamente nada que no tenga el sabor de tus besos.  Y es que ni siquiera tengo que esforzarme, no pienso, no hago, lo siento me emborracho no pienso despierto y no duermo pero te sueño hasta con los ojos abiertos. Y cómo no te voy a querer si me hiciste volver a escribir, si me hacés creer  que me muero si no escupo palabras y oraciones improvisadas desvergonzadas, te juro ya no importa nada si no te puedo ver. No me sobra el tiempo pero con vos no existe el tiempo y acá estoy otra vez pensándote pensándote pensándote la puta madre y yo que tenía tantas cosas por hacer. 

Blindaje

Otra noche descascarada destruida desnuda  el viento empuja interrumpe me sopla fuerte al oído sonatas sonetos sonidos punzantes que se cuelan por la ventana. Cierro con fuerza tapón de papel burlete de diario cortinas de hierro nada sirve todo entra irremediablemente sin pedir permiso ahoga aúlla ahuyenta toda calma que supo estar acostada conmigo. Ojo de tormenta, réplica. Ya poco sé de vos y vos menos sabés de mí. 

Es ley

Hoy abrazo la calle, abrazo los gritos los saltos la música los tambores y la criolla que acompasa. Abrazo los carteles, las pintadas sobre el asfalto. Abrazo perderme en la marea y aún así sentirme en casa. Abrazo las gargantas rotas, los cantos los aullidos y que nos escuchen a todo costo. Abrazo el calor  de tantos cuerpos pegoteados,  la transpiración colectiva y la lluvia de aquél 8 de agosto.  Abrazo el dolor de piernas tras horas de estar parada o bailando en una esquina con toda la cuadra llena. Abrazo Avenida Rivadavia abrazo Callao, abrazo el subte lleno, los molinetes saltados Y les digo: valieron la pena. 

Microrrelato

José abre los ojos por inercia un día más. Los abre como todas las mañanas de los últimos seis meses, tiempo que lleva habitando aquel cuarto. Aunque a veces siente que es en realidad el cuarto quien lo habita a él. Como si fuera más lugar que persona y se prestara para que aquellas cuatro blancas paredes hagan su vida por encima de él. Como si las manchas de humedad se escurrieran desde los zócalos hacia su cuerpo inmóvil. Como si los pedazos de pintura descascarada llovieran desde el techo hasta cubrirlo más que sus propias sábanas. Como si el incisivo aroma de la madera pudriéndose se convirtiera en su perfume favorito de uso diario. José a veces no sabe qué día es, ni en qué año vive; pero definitivamente sabe que ese cuarto tiene más vida que él. Desde esa tumba que es su cama mira el correr de los días plasmado en el mapamundi de manchas negras que lo miran directamente desde el techo. Las goteras que fluyen a sus costados como abrazándolo son su huésped favorito. El inconfundib...

Vacío

Vacío, eso que sentí cuando cruzaste la puerta de adentro hacia afuera de mi adentro escurriendo el pie derecho estirándolo hacia el otro lado, ese lado que no es mi casa ese lado que de tanto encierro califica de irreal, irreal pero lejos tan lejos de mí de mi centro hoy descentrado porque no estás y siento que yo tampoco estoy. Que de pronto las paredes son más anchas y los techos son más altos y que el pasaje del verano a otoño se dio en un único segundo, ese exacto segundo que desde mi ventana te vi cruzar la calle cruzar el límite cruzar las estaciones, como si no hubiera opción (¿acaso la hay?) y como si todo  se tornara irreversible inamovible incontenible como este mar de lágrimas que desborda desde un quinto piso y se filtra por la ventana y se escurre por debajo de la puerta humedeciendo cada rincón que dejaste seco. Descomprimo en llanto en versos, pero las paredes  siguen siendo anchas y los techos altos y el frío ...

#15000

Recordatorio número quince mil: Nunca pero nunca acostarse con el placar abierto porque a la noche mientras duermo se escapan poco a poco mis noctámbulos amigos y se acercan susurrando que es mejor si no despierto.

Mitades

La taza de té a medio tomar. Los pañuelos a medio abrir. La cama a medio hacer. Los ojos a medio llorar. ¿Por qué todo se siente de a mitades cuando el desasosiego es completo?